Monthly Archives: uztaila 2014

“PAX AVANT”, edo gure nortasunaren bahiketaz (eta II)

Gogora dezagun hitzarmen hau sortu zen unean, noiznahi, mende asko falta zirela eremu hori Espainia eta Frantziaren arteko muga bihurtu arte, edo Foix leinuarenpean errege berdina eduki zutela bi ibarrek XV. mendean, eta 1512-ko konkistara arte. Bi Estatuen arteko liskarrek ere, behin baino gehiagotan, kolokan jarri zuten hitzarmena.

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“PAX AVANT”, edo gure nortasunaren bahiketaz (I)

Hiru behien ituna (Argazkia: Iñigo Larramendi)

Urtero antolatzen den Hiru Behien Zerga itxuratzeko ospakizuna (Argazkia: Iñigo Larramendi)

Joan den uztailaren 13an, igandea zela ikusita, eta iragarritako eguraldi bikainak bultzatua, gehienok buruan gordetzen ohi dugun “Eginbehar zerrenda”  luze horretan “X” bat jartzea erabaki nuen. Bai, aurten lehenengo aldiz “Hiru Behien Zerga” zuzenean ikusiko nukeela esan nion nere buruari… ta esan eta izan!

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Un arabarra en Mendigorria

Hoy queremos hacer referencia al interesante artículo que Julio Asunción dedica a la Batalla de Mendigorria (15 de julio de 1835), importante hito histórico de la Primera Guerra Carlista. Licenciado en Historia, guía turístico y montañero, Asunción colabora con la revista Conocer Navarra”, donde habla de arte, arqueología y naturaleza. Además, es autor del libro Guía arqueológica de Navarra” y maneja varias webs dedicadas al arte y a la interpretación del patrimonio. Completa su currículo con más de 300 rutas senderistas en la red con más de 2.000 kilómetros de recorridos. El citado artículo pone de relevancia la trascendencia de la participación en la batalla de Bruno de Villarreal, oficial carlista de alta graduación que protagonizaría interesantes capítulos de la historia de Araba en el marco de la Primera Carlistada.

Bruno

Imagen de época de Bruno de Villarreal, con el Castillo de Gebara en la parte inferior (Argazkia: Zumalakarregi Museoa)

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Rosario, Argentina, en clave vasca

A lo largo y ancho de la Diáspora Vasca en América brilla con luz propia la colonia de Rosario, Argentina. Patria chica de Tata Martino y Leo Messi, la capital rosarina alberga un sentimiento muy marcado a favor de lo vasco. No en vano, su Centro Vasco, Zazpirak Bat Euskal Etxea, cumplía hace algunos años su primer centenario.

Bella estampa del Centro Vasco de Rosario Zazpirak Bat (Argazkia: Zazpirak Bat)

Sus estancias respiran los sabores de nuestra Nabarra, nuestra tierra éuskara. Las danzas tradicionales, la gastronomía, el euskara, la música, el cine, el mus… y toda una amplia serie de actividades que mantienen viva la llama al otro lado del mar se dan cita en Zazpirak Bat.

Con Luis María Barrandeguy a la cabeza y Cristina Aguirre y otros colaboradores y amigos, el programa radiofónico Palabra de Vasco constituye, además, una de las principales apuestas de Zazpirak Bat. Desde hace algunos años, desde sus ondas se hace un interesante seguimiento de la actualidad de Nabarra y se lanzan al aire jugosas entrevistas que ponen el acento en nuestra historia, cultura, tradición, lengua, etcétera.

Palabra de Vasco se emite los martes de 13 a 14 horas (de 18 a 19 horas en Nabarra). En su última edición, se habla de la iniciativa Gernikako Haziak, de Alfredo Pereiro Rekakoetxeaque, que lleva por el mundo las semillas del venerable Arbol de Gernika. Igualmente, el programa cuenta con la presencia del periodista Raúl Díaz de Arkaia, que diserta sobre la actualidad política del País.

-Hermano Templario-

Miranda de Ebro: baskona y nabarra (y III)

Alaba era uno de los territorios de los baskones al sur de los Pirineos, cuyo primer conde conocido fue Eylon de Alaba (866), descendiente de la mencionada familia de los Belasko dominantes también de la comarca de Pamplona y el segundo, ya bien documentado, fue Bela Jiménez (882). Parece claro que con los Belasko y la creación del reino de Nabarra, tanto Alaba como la comarca que incluye Miranda, estaban integrados en el reino nabarro desde su génesis tras la caída del ducado de Baskonia en el 768 por los ataques francos, musulmanes y asturianos y la creación el sur pirenaico del reino baskón de Nabarra (año 824). En la Crónica Albeldense del reino de Nabarra, escrita en 883, se alude dos veces al “comes in Alava”.

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Miranda de Ebro: baskona y nabarra (II)

Miranda de Ebro está rodeada en tres cuartas partes por los montes Obarenes y actualmente limita al Norte con Alaba (Lantarón y Ribera Baja, Noroeste Berantevilla), al Oeste y Noroeste con las castellanas de Ameyugo (entrada al desfiladero de Pancorbo), Encío y Santa Gadea del Cid, al Suroeste y Sur con las riojanas de Cellorigo, Bugedo, Galbarruli, Villalba de Rioja y Haro. Por tanto está en un punto estratégico de comunicación.

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Miranda de Ebro: baskona y nabarra (I)

Los musulmanes entraron en la península en el año 711 de la que expulsaron a los germánicos visigodos (escandinavos) que habían derruido junto a otras hordas bárbaras el Imperio Romano Occidental (476). En ese momento, el último aspirante a rey visigodo de nombre Rodil (castellanizado como Rodrigo), intentaba todavía “dominar a los baskones” y tomar Iruña-Pamplona, una vez más.

Argazkia: Web Municipal de Miranda de Ebro

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Reconstruir el jarrón roto

Reconstruir el jarrón roto ha sido desde siempre una prioridad para los nabarros que perciben -con gran escándalo- la división a la que nos ha sometido la conquista, colonización y expolio por parte de España y de Francia. Desde 1200, nuestro territorio se encuentra sometido a autoridades distintas. Hoy, en 2014, ninguna de las autoridades que rigen a Nabarra es puramente autóctona -dejando a un lado las servidumbres de las que (unos más y otros menos) somos víctimas. Como dijera una buena amiga, todos somos víctimas de la prostitución, así sea a un nivel sociológico: porque son otros los que nos gobiernan, más allá de que pretendamos disfrazar de autogobierno esa luctuosa realidad.

Sepulcros de Carlos III y Leonor de Trastámara, sitos en la Catedral de Iruñea. Junto a los pies de Leonor, los dos perros se disputan el hueso nabarro (Argazkia: Iruñeako Udala)

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De estatuas y referentes nacionales

Tod@s aquell@s que, haciendo frente al tópico infame de que “el nacionalismo se cura viajando”, gustamos de conocer los más dispares lugares del mundo, interesándonos por su historia, sus costumbres, su idiosincrasia…, sabemos que uno de los mejores modos de introducirse en el conocimiento de aquellos lugares que visitamos es interesarnos por los personajes y acontecimientos representados en sus estatuas públicas.

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La conquista de Navarra

Hace dos años tuvo lugar la conmemoración del quinto centenario de la invasión de lo que quedaba del Reino de Navarra, que condujo, tras una guerra que duró once años, a su anexión por parte de Castilla. Sin embargo, ésa no fue la única conquista que padeció el Reino a manos de sus belicosos vecinos, sino tan sólo el principio del, por ahora, último acto de esta historia. En efecto, la cosa venía de lejos. Tanto como que ya los reyes de la Hispania visigoda mantuvieron un constante acoso a las fronteras del Ducado de Vasconia, predecesor del Reino de Navarra, que sólo cesó tras la llegada de los musulmanes a la península ibérica en 711.

Portada de un conocido libro de Pello Guerra alusivo al expansionismo castellano

Esa política imperialista de los visigodos se trasladó al reino astur-leonés, donde se habían refugiado sus descendientes, de manera que, durante siglos, la parte occidental del territorio de Vasconia sufrió la presión de los astur-leoneses, tanto mientras esa zona era parte del Ducado de Vasconia, como cuando su parte continental fue conquistada, en el año 769, por el rey franco Carlomagno. A partir de entonces, las crónicas francas llamarán vascones a los dominados por ellos, constituyendo el Reino de Aquitania, que será entregado en 781 al hijo de Carlomagno, Ludovico Pío. A los vascones rebeldes al dominio franco, los del sur de la cordillera pirenaica, las crónicas les llamarán navarros.

Éstos vencerán a los francos de Carlomagno en Roncesvalles en el año 778 tras un infructuoso intento de conquista, y a los de su sucesor, Ludovico Pío, en 823, lo que llevará a la proclamación por los navarros de Eneko Garzeitz, conocido como Aritza, como Rey de Pamplona.

Desde aquellos remotos tiempos, aparecen los condes de Álava vinculados a la monarquía pamplonesa. Incluso existe una leyenda, citada por el padre José Moret, quien fuera cronista del Reino de Navarra en el siglo XVII, que relata como el rey Eneko Arista habría donado, en el año 839, a su alférez mayor, Eneko de Lane o de Lalanne, “un valle y monte por nombre Larrea, que dice está a la entrada de Álava, desde el río hasta la montaña alta de Guipúzcoa llamada Arbamendi y una torre que el rey había edificado”. El Reino de Pamplona alcanzará su apogeo bajo el reinado de Sancho III el Mayor. En aquel tiempo, quedarán unificados los territorios habitados por vascones, bien fuera por pertenecer al Reino de Pamplona o por vasallaje, como es el caso del ducado de Gascuña, gobernado por Guillermo II Sánchez, con quien estaba emparentado.

Existe la interesada ficción de que Sancho III, en su testamento, dividió el Reino entre sus hijos, lo cual es falso. Su hijo mayor, pero natural, Ramiro, recibió Aragón como régulo, siempre supeditado a su hermano García, primer hijo legítimo de Sancho, que fue quien recibió el Reino, estableciendo su corte en Nájera, mientras que su hijo Fernando fue conde de Castilla por herencia materna y, más tarde, rey de León, por su matrimonio con Sancha de León, con la ayuda de su hermano García, el rey de Pamplona. El cuarto hijo, Gonzalo, fue conde, también llamado régulo, de Sobrarbe y Ribagorza.

El príncipe Carlos de Viana (1421-1461) tomó como divisa la fraseUtrimque roditur, que significa Por todas partes me roen, lo cual podría ser un resumen de la historia de Navarra. En efecto, desde el siglo XI se da una continua pérdida territorial, que tiene dos constantes. En primer lugar, la avidez expansionista de sus vecinos, especialmente del Reino de Castilla, pero también del Condado de Barcelona y, más tarde de la Corona de Aragón. En segundo lugar, pero no menos importante, la pertinaz traición de los señores navarros, deseosos de disfrutar de los privilegios que a los castellanos daba el sistema feudal, emanado del derecho germánico, en contra del derecho pirenaico, propio del Estado navarro, que era de naturaleza electiva y no creaba jurisdicciones separadas de la del Estado. Fue esa doble presión la que llevó, en 1056, a la batalla de Atapuerca, donde murió el rey García III, y en 1076 al asesinato del rey Sancho IV, perpetrado por su hermano Ramón en el contexto de una conspiración urdida por los castellanos. Los navarros elegirán como su rey a su primo Sancho Ramírez de Aragón, pero Alfonso VI de León invadirá La Rioja. Los posteriores monarcas pirenaicos, recuperaron los territorios de la época de Sancho el Mayor, según consta en los Pactos de Támara, suscritos en 1127 entre Alfonso I el Batallador, rey de Pamplona y Aragón, y Alfonso VII de León.

Desgraciadamente, Alfonso murió sin descendencia en 1134, habiendo testado a favor de las órdenes militares, pero, una vez más los castellano-leoneses, esta vez en connivencia con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, tramaron una conjuración, mediante la cual colocaron en el trono al hermano de Alfonso, Ramiro, que era obispo de Roda, con la oposición de los señores pirenaicos, que fueron pasados por las armas. Quienes apoyaron la conjura, fueron recompensados con feudos en el recién conquistado Reino de Zaragoza, mientras los navarros elegían como rey a un descendiente de Sancho el Mayor, García Ramírez, y los castellanos volvían a conquistar los Montes de Oka, la Bureba y La Rioja.

El hijo de García Ramírez, Sancho VI el Sabio, promovió un arduo trabajo para organizar el Reino que, para entonces ya se denominaba oficialmente Reino de Navarra. Renovó las tenencias para la mejor administración del territorio, a cuya cabeza estaban tenentes, que eran funcionarios reales. Fundó villas, donde se concentraba la actividad económica del Reino, e intentó reconquistar los territorios arrebatados por los castellanos. Esto inquietó al rey de Castilla Alfonso VIII. Como solución acordaron someter sus disputas al arbitraje del rey de Inglaterra, Enrique II, que era suegro del rey castellano. Por otra parte, el heredero navarro, Sancho, era íntimo amigo del segundo hijo del rey inglés, Ricardo, llamado Corazón de León, quien era más aquitano que inglés, el cual se casaría años después, en 1190, con la hermana de Sancho llamada Berenguela. Así pues, todo quedaba en familia.

Navarros y castellanos enviaron sus embajadores a Londres. Allí ambos expusieron sus testimonios ante el rey inglés. Mientras los castellanos basaban sus argumentos en las conquistas de sus antepasados, los navarros fundaron los suyos en “la fidelidad probada de sus moradores naturales”. En 1176, el rey de Inglaterra emitió su laudo arbitral que establecía un tratado de límites que no satisfizo a ninguna de las partes.

La frontera occidental de Navarra se estableció como sigue, según suscribe el propio rey castellano: “Yo, Alfonso, rey de Castilla, os dejo a vos, Sancho, rey de Navarra, y a vuestros sucesores, perpetuamente, a saber, todo lo existente de Itziar a Durango, excepto el castillo de Malbezin, que pertenece al rey de Castilla, y además Zubarrutia (Zuia) y Badaia, según las aguas caen hacia Navarra, excepto Morellas que pertenece al rey de Castilla, y además de allí sin interrupción hasta Oka, y de Oka derecho, tal como divide el Zadorra hasta su desembocadura en el Ebro”.

A pesar de todo ello, los castellanos atacaron Navarra. La invasión, iniciada en junio de 1199, encontró resistencia sobre todo, tal como era de esperar, en las villas de Treviño, Laguardia, Lapuebla de Arganzón y Vitoria. Los vitorianos, dirigidos por su tenente Martin Ttipia, resistieron 9 meses, hasta que el propio rey, Sancho VII el Fuerte, ante la imposibilidad de auxiliarles, les obligó a capitular. A continuación cayó el resto del territorio, hasta la costa, excepto la Sonsierra, actual Rioja Alavesa, que permaneció en Navarra hasta 1462.

La constatación arqueológica de incendios en Getaria y San Sebastián atestigua la crudeza de la conquista. También Vitoria se incendió en 1202, aunque se ignora si fue por alguna revuelta de sus naturales. Lo cierto es que la antigua Gasteiz navarra, Nova Victoria, la posterior Villa Suso, quedó destruida, de tal manera que posteriormente se conoció como El Campillo. Hasta los tiempos actuales, han permanecido allí solares sin edificar.

Relación. Entre los territorios conquistados por Castilla y el resto de Navarra se estableció una frontera, que fue entregada a la rapiña de los señores alaveses y guipuzcoanos, que fue conocida como ‘frontera de malhechores’.

-Fernando Sánchez Aranaz-