En términos generales, la opinión pública acostumbra a manejar una idea reduccionista sobre lo que supone la noción de genocidio. Ya no sólo por el hecho de que, habitualmente, se piense meramente en genocidios recientes y se obvien – contribuyendo a su olvido – otros genocidios más lejanos en el tiempo que podrían ser considerados incluso más graves que los contemporáneos. Además, cabe pensar en aquellos genocidios concienzudamente planificados no contra la pervivencia física de una etnia, comunidad humana o sociedad, sino contra la continuidad en el tiempo de una cultura ligada a dicho grupo.
El caso del euskara, nuestra lingua navarrorum, es particularmente emblemático. El – afortunadamente – no culminado genocidio contra tan preciado tesoro lingüístico y humano ha sido y sigue siendo práctica habitual por parte de los gobiernos de España y Francia. Prueba de ello es el sobrecogedor testimonio recopilado por Joxemari Torrealdai en su aplaudida obra El libro negro del euskara, que recoge evidencias claras del modo en que la lengua vasca ha sido arrinconada con premeditación y alevosía desde hace siglos tanto en suelo francés como bajo bandera española.
Dice el viejo refrán que de aquellos barros estos lodos. Así es. En la Alta Navarra las aguas bajan revueltas desde hace varios meses, es decir, desde la llegada al poder de la gran coalición que ha servido de relevo a casi veinte años de Ejecutivos Forales encabezados por formaciones navarristas de ámbito español. El tiempo nos ha dado la razón a quienes dijimos en su día que el sorpasso propiciado por la marca foral del PNV (Geroa Bai) y EH Bildu traería consigo grandes protestas por parte de una oposición poco acostumbrada a tener delante a un gobierno constituido de signo político bien distinto.
Lo sucedido (lo que está sucediendo) desde hace meses en la Navarra Residual lo vimos también en su día en la Navarra Occidental o Marítima: desajustes, irregularidades, disconformidad, enfado e indignación a propósito del modo en que la falta de apuesta por la euskaldunización de la sociedad da paso a una firme voluntad por acabar con décadas de persecución – de genocidio – contra el euskara.
Me meto en la piel de los ciudadanos que están saliendo a las calles de Iruña y otras ciudades y pueblos bajo la jurisdicción del Ejecutivo iruindarra. Y Dios sabe que los comprendo, ya que las molestias, los perjuicios, las dificultades… que están sufriendo son la consecuencia lógica de un cambio de modelo lingüístico. Pasar de la más absoluta negación de la lengua y cultura vascas a un respaldo sin fisuras no es tarea fácil y los políticos, de facto, suelen pasarse de frenada; pisotear derechos básicos; causar molestias; e incluso crear una (siempre) injusta animadversión contra el euskara. Eso es precisamente lo que, a todas luces, está sucediendo. No es plato de buen gusto… no sólo para quienes desean ver aniquilada la lengua vasca, consumándose, por tanto, el genocidio lingüístico; sino tampoco para quienes defendemos nuestro más preciado bien – por lo menos desde un punto de vista cultural -.
Siento un enorme respeto por las gentes que, desde la llegada al poder de la coalición, no duermen en paz debido a los graves inconvenientes e indiscutibles molestias que el cambio de modelo les está causando. Ahora bien, cosa bien distinta es que deba sentir algún tipo de conmiseración con las formaciones Unión del Pueblo Navarro, Partido Socialista de Navarra y Partido Popular de Navarra. Porque la única medida relativa que han sido capaces de poner en marcha durante las últimas décadas en torno a la lingua navarrorum ha sido su inequívoca contribución a su arrinconamiento y progresiva desaparición.
De aquellos barros estos lodos. Políticos que no gestionan bien el proceso de recuperación del euskara y ciudadanos inocentes que sufren las consecuencias.
– Hermano Templario –
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