Albelda y los números arábigos: el desconocido eslabón nabarro de la cultura europea (y III)

ALBELDA, SIGLO X: UN ENTORNO MULTICULTURAL

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Vista general de Albelda de Iregua, al pie de la peña Salagona (Iturria: Wikipedia).

Nos situamos, pues, en un peculiar territorio fronterizo, donde no parece haber habido en ningún momento una sustitución demográfica masiva (ni por parte musulmana, ni por parte cristiana). La realidad cotidiana de sus habitantes, por lo tanto, probablemente se vería poco afectada, al menos en el corto plazo, por los vaivenes de la política y los avatares militares.

Recordemos que, por mucho que fueran musulmanes, los Banu Qasi eran los mismos nativos (los “muladíes”) que venían gobernando la zona desde hacía muchos siglos, en estrecha relación con sus vecinos de las montañas, y que, en aquel momento, su arabización/islamización (al igual que en otros sitios sucedió con la cristianización) era aún relativamente superficial y estaba centrada en las clases pudientes.

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Eremitorio del Ajedrezado en Santa Eulalia Somera. Tanto en la actual C.A. de La Rioja como en territorios próximos abundan este tipo de espacios que testimonian la continuada existencia de actividad eremítica en la zona (Iturria: http://www.sepinum.com).

De hecho, ni la histórica sede episcopal de Calahorra desapareció, (aunque sí parece que se vio sometida a una cierta itinerancia en cuanto a su ubicación física), ni el árabe sustituyó a las lenguas preexistentes (entre otras, euskera y romance local, ambos  reflejados en las Glosas Emilianenses escritas pocos años después en San Millán de la Cogolla, entonces parte del reino navarro).

Lejos, por tanto, de la realidad monolítica y de nítidas e impermeables fronteras que se nos ha solido presentar -en definitiva, una reinterpretación presentista de la Historia-, nos encontramos con diversas tradiciones y realidades sociológicas, lingüísticas, religiosas y económicas que conviven -no siempre de forma armoniosa o equilibrada…-, se influyen y, por lo tanto, intercambian conocimientos de manera espontanea.

Y es que esto de la “multiculturalidad”, hoy tan de moda, no se ha inventado ahora: en realidad, fue nuestra realidad cotidiana hasta que, no hace tanto tiempo, las monarquías absolutistas y luego los Estados-nación impusieron una uniformización política, lingüística y cultural.

 

EL “CODICE VIGILANO”

Según sabemos, parece que para el año 950 el monasterio acogía a unos 200 monjes, y entre ellos había una importante comunidad de amanuenses. Es decir, copistas que se dedicaban a realizar, para su comunidad o por encargo, copias y traducciones de diferentes libros, en su mayoría de carácter religioso, pero también correspondientes a otras disciplinas del conocimiento.

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El escriba Vigila en su scriptorium (Iturria: http://www.vallenajerilla.com)

De los trabajos del scriptorium albeldense, sólo nos han quedado dos manuscritos completos: una copia del tratado “De Virginitate Sanctae Mariae contra tres infideles” de San Ildefonso de Toledo (s. VII d.C.) que se conserva en la Biblioteca Nacional de París, y el mencionado Códice Albeldense o Vigilano, que se conserva en la Real Biblioteca de El Escorial (códice 976), a donde llegó desde San Millán de la Cogolla.

El primero de los dos manuscritos fue completado por el presbítero Gómez en los años 950-951, y fue un encargo de Godescalco, obispo de Puy-en-Velay, mientras peregrinaba a Santiago de Compostela. Otra evidencia más de las poderosas influencias provenientes de tierras francas, cuya forma de pensar conocemos bien a través del posterior Codex Calixtinus….

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Estrella de los vientos representada en el Códice Vigilano (Iturria: http://www.vallenajerilla.com)

En cuanto al “Códice Vigilano o Albeldense” que nos ocupa, en la misma obra se nos detalla que se terminó de redactar en el año 976, y que su autor fue un scriba llamado VIGILA (de ahí el nombre del códice), con ayuda de dos monjes, SARRACIN (en calidad de socius) y GARSEA (en calidad de discipulus). No es que de este dato se puedan sacar conclusiones absolutas, pero es curioso que dos de los tres monjes tengan nombres de clara filiación vascónica, Garsea (García, de sobra conocido) y Vigila (forma latina del nombre “Vela” o “Bela” -”cuervo” en euskera- muy habitual, en particular, en la poderosa familia alavesa de los Guevara).

En cuanto a su contenido, la obra recopila documentación religiosChina (actas conciliares, decretos pontificios), jurídica (el Fuero Juzgo o Liber Iudiciorum) y científica (mapa mundi, calendario mozárabe, información sobre astronomía y aritmética). Y usa para ello una preciosa decoración, con numerosas influencias (mozárabe, carolingia, nórdica), comparable a los diversos Beatos -o sea, copias del “Comentario al Apocalipsis” de Beato de Liébana-, al irlandés Book of Wells, o a los manuscritos iluminados de Armenia.

La obra tiene 430 folios, y es en el folio 12 donde aparece la numeración del 9 al 1 que vemos a continuación, la primera en el Occidente cristiano europeo:

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Detalle de la representación de los dígitos arábigos, del 9 al 1, contenida en el Códice Vigilano (Iturria: Wikipedia)

Por otro lado, en su interesante última página aparecen representados los reyes visigodos considerados como promotores del Fuero Juzgo (Chindasvinto, Recesvinto, Egica), los tres monjes autores del manuscrito (Vigila, Sarracin, Garsea), y la familia real navarra, protectora del monasterio, con el rey Sancho Garcés II “Abarca” (970-994) a la cabeza.

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Última página del Códice Vigilano (Iturria: http://www.vallenajerilla.com)

A sus costados, su esposa la reina Urraca Fernández y el regulus Ramiro de Viguera, hermano del rey y, según la costumbre del reino, rey de Viguera bajo la autoridad de su hermano. Esta curiosa figura se repite en diversas generaciones de la corona pamplonesa aplicado a diversos territorios (Aragón, Sobrarbe…), y aparece también en el polémico testamento de Sancho III “el Mayor”.

 

LOS NUMEROS ARABIGOS EN EUROPA

Si bien, como ya hemos dicho, en el monasterio de Albelda se constata la primera aparición hasta hoy conocida de los números arábigos en la Europa cristiana (consecuencia, sin duda, de la peculiar situación de San Martín de Albelda en un punto de contacto entre culturas), ello no supuso, en absoluto, la inmediata implantación de este sistema numérico en el Occidente europeo.

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Página del Liber Abbaci, donde se observan diversos dígitos arábigos (Iturria: Wikipedia).

De hecho, su aparición fue muy puntual hasta 1202, fecha que se considera como verdadero arranque de su generalización. En este año se publica Liber Abaci, de Leonardo de Pisa, también conocido como “Fibonacci”. Este matemático, hijo de un comerciante pisano, había aprendido los dígitos arábigos en su juventud en Bugía (la actual Argelia), mientras ayudaba a su padre en sus operaciones mercantiles.

En el libro, Fibonacci explica las ventajas para el comercio del uso de los arábigos, y explica nociones de cálculo con estos números, como el ya comentado paso de métodos geométricos a aritméticos mediante el álgebra.

La posterior generalización de la imprenta a partir de 1450 dio el definitivo empujón a este sistema, que abrió las puertas a la posterior Revolución Científica protagonizada por Copérnico, Giordano Bruno, Galileo, Tycho Brahe, Kepler…

Ciertamente, de no haber aparecido en San Martín de Albelda, los números arábigos podrían haber aparecido en cualquier otro sitio. Pero, por un azar del destino, sucedió precisamente allí, y precisamente mientras estaba dentro de un reino posteriormente conquistado y borrado del mapa y de la memoria.

Tal vez por ello, entre otras cosas, es una realidad completamente desconocida por el público, cuando, seguramente, en cualquier lugar del mundo sería motivo de orgullo y atracción turística. Es el problema de que te roben no sólo la soberanía, sino también la memoria…

Si la próxima vez que mandes un Twitter, o eches mano de una calculadora o un ordenador, esto te viene a la cabeza, entonces estas líneas habrán valido la pena. ¡¡Que así sea!!

-Iñigo Larramendi-

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