
El monte Ararat, símbolo nacional del pueblo armenio. Hoy está en territorio turco, y ,aunque es perfectamente visible desde Yerevan, la capital de la Armenia independiente, la frontera turco-armenia está cerrada
(Fuente Wikipedia).
- INTRODUCCIÓN
En los últimos días se ha hecho un hueco en nuestros medios de comunicación -siquiera de manera muy superficial- la conmemoración del centenario del Genocidio Armenio, cometido por el entonces declinante Imperio Otomano contra la población armenia radicada en sus dominios.
A decir verdad, ha sido sobre todo la polémica generada por la exigencia a Turquia por parte del Papa Francisco del reconocimiento de este Genocidio lo que ha dado mayor trascendencia mediática a este acontecimiento.

Mustafá Kemal “Atatürk” (1881-1938), fundador de la República de Turquía, a la caída del Imperio Otomano, siguiendo el modelo político de Francia
(Fuente: http://www.kadinsirlari.com)
Y es que, al igual que sucede mucho más cerca, la “moderna” Turquia oficial se presenta como una ruptura frente al régimen que cometió aquel crimen…. hasta que hablamos de la “cuestión nacional” (armenios, kurdos, griegos…). En este asunto, no hay problema en justificar u obviar cualquier barbaridad del pasado que haya servido para implantar la deseada “unidad nacional”…¿les suena? Ante todo, que no nos muevan el relato…
- NABARRA/EUSKAL HERRIA Y LOS ESTADOS DEL ESTE
Por desgracia, el conocimiento que por estos lares tenemos de estas realidades históricas situadas al Este de Europa, Oriente Medio, Asia Central… es muy escaso, lo cual nos priva de referentes importantes para entender nuestra propia situación, nuestra propia realidad.

Mapa geográfico y político del Cáucaso
(Fuente: http://www.asia-turismo.com).
Quiero con ello decir que, a la hora definir nuestra identidad, nuestra historia, nuestros conceptos políticos…, estamos mucho más condicionados de lo que pensamos por los referentes y paradigmas provenientes de España y Francia, muy ligados al dogma del Estado-nación. Hasta el punto de que, en muchas ocasiones, los planteamientos utilizados de manera generalizada desde posiciones propias vascas/nabarras son, en el mejor de los casos, una copia de conceptos franco-españoles con una ligera variación formal o estética, más que verdaderos conceptos propios, enraizados en nuestra cultura política.
En cambio, analizando la evolución de muchas de esas realidades históricas (Polonia, Hungría, Georgia, Armenia, los pueblos de Asia Central….), recuperamos conceptos aquí ya casi olvidados que, entiendo, pueden ser útiles para desatascar muchos de los “nudos gordianos” que atenazan el debate político vasco-nabarro.

Mapa lingüístico del Cáucaso
(Fuente: https://todofinalesunprincipio.wordpress.com)
Tal vez esta afirmación te pueda parecer sorprendente, o algo abstracta -incluso, tal vez, presuntuosa-, pero trataré de ponerlo en evidencia en futuros escritos en este mismo blog. Empezaremos para ello con el interesante caso de Armenia.
- ARMENIA, PROTAGONISTA DE LA HISTORIA
Como sucede con todos los pueblos, naciones y Estados, es imposible entender la realidad presente de Armenia y el hecho histórico del Genocidio sin echar un vistazo a su devenir histórico… que, en este caso, hunde sus raíces muchos milenios atrás.

Estatua de Hayk, legendario fundador del pueblo armenio, en uno de los principales cruces de salida de Yereván
(Fuente: Wikipedia)
La tradición popular atribuye el origen del pueblo armenio a Hayk, legendario descendiente de Noé: de hecho, en su lengua nativa, los armenios denominan a su país HAYASTAN, compuesto por una raíz que se suele asociar con el nombre de éste héroe, más la terminación indo-irania -(S)TAN, que significa “lugar” y está presente en el nombre de muchos países y regiones de la zona (AfganiSTAN, UzbekiSTAN, RajaSTAN…). Hayk, tras abandonar su Babilonia natal, se asentó, presuntamente, en las tierras altas situadas alrededor del mítico monte Ararat (5.165 mt) y el lago Van, nucleos geográficos históricos del pueblo armenio que hoy están bajo dominio turco.
La arqueología y la ciencia nos dicen, en cambio, que el origen del pueblo armenio está más bien en una mezcla entre las poblaciones de Urartu (siglos IX-VI a.C.), uno de los primeros Estados de las mesetas al norte de Mesopotamia, y diversas poblaciones indoeuropeas (cimerios, medos, escitas…) que aportaron su lengua, madre del actual idioma armenio. Se da la circunstancia de que los lingüistas consideran al armenio como una rama independendiente dentro del grupo de las lenguas indo-europeas.
Para el año 500 a.C. aproximadamente, Armenia (bajo la denominación “Uratu”: el nombre “Armenia” parece ser de origen persa, siendo luego asimilado y difundido por los griegos) aparece ya representada en el mapamundi más antiguo del mundo hallado hasta la actualidad, una tablilla de arcilla elaborada en Babilonia que se conserva en el Museo Británico de Londres. Vemos, por tanto, que, de manera muy precoz, el pueblo armenio comienza a estructurarse mediante organizaciones que podríamos calificar como “Estados” o, al menos, proto-Estados.
En los siglos siguientes, Armenia se vio sometida al poder de los Imperios provenientes de la actual Iran (medos primero, persas aqueménidas después), pero su identidad no dejó de ser reconocida: así, “Armina” era una de las satrapías (la XIII) creadas por Ciro el Grande (522-485 a.C.) para organizar su Imperio, y de su familia gobernante (los “Orontidas”) nacieron los primeros monarcas armenios.
Por cierto, la organización en satrapías recuerda mucho a las tenencias nabarras… y, a decir verdad, el comportamiento de muchos sátrapas (funcionarios reales encargados del gobierno de una región) a la llegada de Alejandro Magno recuerda bastante al de algunos tenentes nabarros que “se cambiaron de bando”: de ahí, entre otras cosas, el matiz peyorativo que hoy tiene la palabra “sátrapa”.
Por otro lado, el hecho de que las monarquías locales tengan su origen en modelos de organización institucional de origen extranjero es también un fenómeno que se repite en muchos lugares. Por ejemplo, se considera a Samo (623-658 d.C.), un mercader franco, como el primer lider de una organización de tipo estatal entre los eslavos occidentales (sorabos, bohemios, moravos, eslovacos y eslovenos), y en el origen de los Estados de Polonia y Hungría se sitúa la asimilación por parte de sus clases dirigentes de los modelos políticos de Europa Occidental y del catolicismo, elementos en principio ajenos a sus respectivas tradiciones políticas.
No obstante, hay que entender que ésta no era sino una manera de conseguir una legitimidad internacional que les protegiera, en lo posible, de las invasiones de sus poderosos vecinos occidentales: franceses y alemanes, con el apoyo legitimador del Vaticano. Buena prueba de ello es que aquellos pueblos eslavos que no siguieron el mismo camino (abodritas, polabos, pomeranios…), que habitaban aproximadamente el territorio que corresponde a lo que hasta 1990 fue la RDA y el norte de la actual Polonia, fueron conquistados y asimilados por los alemanes a partir del siglo XII, amparandose en su necesaria conversión al catolicismo (la ostsiedlung).
Si bien en su origen aquellas instituciones eran ajenas a las culturas locales y, de hecho, fueron el germen de Estados que fueron plurinacionales hasta el siglo XX, a la larga se fueron integrando con dichas culturas locales y, en definitiva, hicieron posible que, a día de hoy, sus naciones originarias tengan el rango de Estado y, por lo tanto, sean internacionalmente reconocidas.
Conviene tener en cuenta este contexto cuando por parte de algunos existen reticencias para entender como realidades políticas propias el Ducado de Vasconia (creado por iniciativa franca en 602, pero que desde 660-670 actuó de manera independendiente) o el mismo Reino de Pamplona, aduciendo que eran modelos institucionales ajenos a la cultura política autóctona, cuando no directamente contrarios a la misma. Recordemos que ambas instituciones se situaban en la frontera occidental del área franco-alemana en cuyos límites orientales se situaban Polonia, Hungría, los checos…., con lo cual afrontaban una problemática similar.
Subyace en ese razonamiento la aplicación de criterios consolidados en el siglo XIX (ligados, como se decía antes, al concepto del Estado-nación) a realidades políticas muy anteriores, en vez de entender el contexto general en que las mismas se situaron. El resultado es, simplemente, una visión extemporanea de la propia Historia que, dicho sea de paso, no apreciamos en los otros casos que hemos planteado: más allá de su realidad política contemporanea, a Armenia, Polonia o Hungría no les supone ninguna contradicción el reconocerse como una continuación de aquellas realidades políticas medievales. Son, en definitiva, dueños de su propio relato.
Volviendo a Armenia, la irrupción, como un huracán -efímero, pero poderoso- del macedonio Alejandro Magno (356-323 a.C.) cambió para siempre la fisonomía de esa difusa zona que hoy llamamos “Oriente Medio”. La fusión del paradigma cultural griego con las desarrolladas civilizaciones preexistentes en la zona -fenómeno que conocemos como “helenismo”- marcará su devenir durante los 1.000 años siguientes, hasta la expansión islámica. Y Armenia no se escapará a esta realidad…
– Iñigo Larramendi –
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