Si mi memoria no me engaña, creo que no es la ocasión en que escribo sobre esto. Si así fuera, pido disculpas por “repetirme como los pimientos”. Semana Santa es una buena ocasión para el recogimiento, sobre todo en el caso de los creyentes, pero también oportunidad de oro para salir más allá de nuestras fronteras y contrastar nuestro acervo cultural con el ajeno.
Quienes defendemos a capa y espada nuestra cultura propia hemos tenido que escuchar con demasiada frecuencia que el nacionalismo se cura viajando. De entrada, la machada es, como mínimo, improcedente. Y ello es así porque se nos identifica con una opción política que no siempre se corresponde con aquella que defendemos. De hecho, con la sola mención de nuestro afecto hacia la “lingua navarrorum” o con el mero comentario “mi País” -esto es, cuando no nos estamos refiriendo a España o a Francia-, frecuentemente se nos tilda de excluyentes, insolidarios, inventores de mitos y revisitaciones falsas de nuestra historia…; cuando no de nazis, amigos de terroristas, etcétera.