De aquellas nevadas, estas riadas

Hace unas semanas, la nieve hizo acto de presencia en la capital de la Nabarra Occidental. No recordábamos una nevada semejante en los últimos años, por más que Gasteiz sea una ciudad climatológicamente gélida. Ahora bien, dado que no puede compararse con Finlandia, la sustancia blanca es más bien infrecuente por estos lares. Y es en esas ocasiones, en lo excepcional y no habitual, cuando una sociedad queda en evidencia. Más aún cuando contemplamos, días después, las catastróficas crecidas de nuestros días, fruto del deshielo y de las copiosas lluvias recientemente sufridas. Lo llamamos auzolan y, entre ustedes y yo, podríamos resumirlo como aquella manera de hacer las cosas que nos lleva a proclamar “Uno para y todos y todos para uno”. ¿Por qué si no la semana pasada el Consistorio de Gasteiz hizo continuos llamamientos a que vecinos y comerciantes despejaran de nieve la parte de acera que les correspondía? ¿Por qué si no algunos nos desgañitamos aún al reclamar que, como navarros, asumamos las responsabilidades comunitarias que nos competen?

Imagen de la riada en Villodas (Iturria: irunadeoca.eu)

Porque el auzolan forma parte de las señas de identidad de nuestro pueblo… o, al menos, formaba. Nos la pasamos hablando de identidad nabarra y no nos percatamos de que no sólo nuestra milenaria lengua ha quedado malparada por la colonización. Hasta nuestros usos y costumbres, antaño arraigados, comienzan a flaquear ante la creciente globalización en la que estamos inmersos. Así, del uno para todos y todos para uno hemos pasado al sálvese quien pueda tan propio del liberal-capitalismo.

De qué manera nos la han jugado como para que frases como las siguientes sean habituales en nuestros vecindarios. ¿Acaso pago impuestos para nada? ¿Dónde está el maldito quitanieves? ¿Por qué nadie echó salmuera sobre la acera? ¿Tendré que partirme la cadera en dos para que alguien haga algo?…  ¿Alguien? ¿Algo? Somos nosotros, navarros, quienes desde hace siglos hemos regido nuestros destinos. Somos nosotros los que, bajo la monarquía, alzábamos a los reyes sobre un escudo; somos nosotros los que, reunidos bajo el árbol, nos mirábamos a los ojos y debatíamos pleitos, proyectos y acuerdos; somos nosotros quienes diseñamos un derecho consuetudinario que obligaba a todos por igual; somos nosotros, en suma, quienes salíamos a la calle, como un solo hombre o una sola mujer, a defender nuestro status y nuestro modo de mi vida… como en la Gamazada, por poner un ejemplo sonado.

Sólo las zonas rurales parecen conservar parte de ése acervo… pero es que hasta las zonas rurales se han llenado de caprichosos urbanitas partidarios del que-me-lo-den-todo-hecho.

Esto ha sucedido porque el río no se ha limpiado en años. ¿Quién o quiénes tenían que haber limpiado de maleza y basura el río? ¿Papá Ayuntamiento? ¿Qué ha tenido que suceder para que sean los ecologistas o la Confederación Hidrográfica del Ebro quienes lleven la voz cantante? Creía que los navarros eran los dueños y señores de sus ríos. Sí, los navarros. Así, en abstracto.

El sálvese quien pueda no afecta sólo a la gestión de una nevada que se produce una o dos veces al año o a la nula prevención de los terribles efectos que las riadas provocarán en nuestros cauces. En realidad, toda nuestra existencia está dominada por el mismo patrón de actuación. Ya no somos una piña, sino más bien una sociedad desmadejada. No despejamos de nieve las aceras, veredas y caminos; nos conformamos con abroncar a nuestro Ayuntamiento. No conocemos el nombre de nuestros vecinos; preferimos sentarnos, absortos, frente a la tableta, el ordenador o el televisor. No somos autogestores por excelencia, nos conformamos con aplaudir al friki de Kukutza en Bilbao o a los okupas de Errekaleor en Gasteiz.

Corren malos tiempos para los patriotas navarros. Nos acusan de ser historicistas y lo somos en la medida en que añoramos tiempos pasados en los que compartíamos destino con nuestros semejantes. Porque las banderas sí sirven para algo: para recordarnos quiénes somos. Qué fácil es ser ciudadano del mundo y considerar a nuestros convecinos como extraños que gestionan su vida al margen de la nuestra.

¿Por qué no dejáis de mirar atrás y os dedicáis a pensar más en el futuro? ¿En qué futuro? ¿Un futuro en el que la atomización social convierta a cada ciudadano en una isla?

La autoafirmación de Nabarra como país de hombres y mujeres libres –hacia fuera y hacia dentro, como a buen seguro afirmaría Tomás Urzainqui- nos llevaría a un mejor gobierno. El enemigo de nuestro país vendió la moto de que independencia equivalía a insolidaridad. Y es precisamente la vieja casta de los jauntxos que corta las alas a la soberanía navarra la que más interesada en que no seamos una sociedad cohesionada, estructurada, integrada. Pocos argumentos les quedan ya, aparte de su imperiosa necesidad de alargar como un chicle el fin de la lucha armada. Por eso nos temen. No sólo porque el País que defendemos es real y tangible, Nabarra, sino también porque creemos en el auzolan como marca propia e irrenunciable de nuestra patria.

-Hermano Templario-

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