“Out particulierment pour objet de substituir la langue française au basque” perfecto francés en el País Vasco, año 1846.
“El pueblo vasco-navarro, tiene derecho perfecto e indiscutible a su lengua (…) si el hombre no le ha de ser dado hablar su idiomas materno, preciso será confesar que carece de derechos” Diputación Foral de Alta Navarra, año 1896.
Además de España, los otros dos Estados causantes del menosprecio, exclusión y persecución sistemática del euskera, son el imperio francés y el Estado Vaticano.

“Primicias de la Lengua Vasca”, poemario de Bernard Dechepare (XV-XVI) y primera obra publicada exclusivamente en euskera (Iturria: Wikipedia)
En el territorio del actual Estado francés, la fuerte conflictividad bélica entre Francia-Inglaterra durante toda la Edad Media, sobre todo entre 1337-1453, guerra conocida como “la de los Cien años” (aunque su origen realmente se remonta al siglo XII), hizo que el euskera se perdiera en tres cuartas partes de su territorio de habla natural de la Baskonia continental por el gascón, guerras que terminaron por configurar Francia entorno a su rey frente a los pequeños Estados feudales anteriores. Tanto Normandía como Akitania compartían corona con Inglaterra desde el siglo XII. Dentro de Akitania estaba integrada por la fuerza de las armas toda la Baskonia Continental: Gaskuña -donde poco a poco se impondrá el romance gascón, uno de los romances euskaros-, como la Baskonia que seguía hablando preferentemente el idioma baskón o nabarro -el euskera-, territorio que terminará llamándose País Vasco (Pays Basque en francés, traducible como “tierras del euskera”) o Iparralde, al unírseles Baja Navarra, tras la pérdida foral, a Lapurdi y Zuberoa. Los idiomas gascón y su dialecto bearnés son fruto de la sobre posición sobre todo del celta, latín y del euskera, idioma éste del que derivarían el 20% de las palabras en gascón. Como los propios gaskones señalan con orgullo, ellos son “vascos romanzados”. Sobre la pérdida del euskera en Akitania (que abarcaba toda la Baskonia continental como hemos comentado), dice Julio Caro Baroja en su libro “Sobre la lengua vasca y el vasco-iberismo”: “no hay razón para dejar de admitir que en Aquitania se habló vasco hasta la Edad Media”.
El mismo temprano desprecio que se dio en España hacia los idiomas de las naciones invadidas, se observa también en la Francia imperialista, donde en 1539 su rey Francisco I impuso la Ley “Villers Cotterêts”, por la cual la lengua francesa se convertía en única en la vida oficial y en los tribunales de todo el imperio francés –lengua hablada originariamente tan solo en la pequeña isla de Francia sobre el río Sena-, desbancando al latín, pero sobre todo, menospreciando las “lenguas provinciales”. Por suerte para los nabarros, manteníamos libre una pequeña porción de nuestro Estado en lo que se llamará, a partir de la invasión francesa en el siglo XVII, “Baja” Navarra, no así Lapurdi y Zuberoa, que sin embargo rendían doble vasallaje a su reino originario de Nabarra y a Francia(1).
Desde el Imperio Romano se produjo una fuerte implantación como lengua escrita del latín en todo acto oficial, tanto en la administración como en la religión. Tras la caída del Imperio Romano se impuso en toda Europa la transmisión del latín como lengua de una elite frente al iletrado pueblo que no lo entendía. Pero en la Edad Media los romances euskaros, como lo eran el romance navarro o el gascón-bearnés, fueron sustituyendo al latín en la administración dentro de nuestro reino, frente al idioma del pueblo nabarro, la “lingua navarrorum”. El euskera tuvo dificultades con la grafía al ser una lengua no latina -ni siquiera indoeuropea, siendo la única lengua nativa europea conservada-, pero no es una cuestión de relevancia, pues desde el siglo XVI es una lengua literaria.
La imprenta -empleada por primera vez en 1455 por Gutemberg-, llegó al País Vasco en 1489, pero hasta 1495 no se imprimió el primer libro en Pamplona –por tanto cuando aún era libre-, pero su introducción y uso fue muy paulatino. En España, por ejemplo, la primera obra impresa fue “Sinodal de Aguilafuente” de Juan Párix de Heidelberg en 1472 en Segovia y el primer libro impreso en inglés fue “Recuyell of the Historyes of Troye”, elaborado en 1475.
Hasta entonces, casi todos los libros se publicaban en latín, después, gracias a la imprenta y el abaratamiento de costes que supuso (aunque seguían siendo muy caros), se pudo sacar la literatura de debajo de las sotanas. Pero todavía, por ejemplo, los filósofos Spinoza (Holanda 1632-77), Leibniz (Alemania 1646-76) o Hobbes (Inglaterra 1588-1679) y matemáticos y científicos como Copérnico (Polonia 1473-1543), Kepler (Alemania 1571-1630), Linneo (Suecia 1707-1778) o Newton (Inglaterra 1647-1727), escribieron sus obras en latín, pues consideraban sus lenguas vernáculas de plebeyos, irreductibles a las reglas del latín y de las ciencias, incluidos los idiomas romances, los cuales se veían superiores a otros idiomas por su proximidad al latín; así Inglaterra, por ejemplo, dejó de usar en sus tribunales el francés en 1362 por el inglés -durante la mencionada Guerra de los 100 años contra Francia-, hablado hasta entonces por el pueblo y menospreciado por su clase dirigente.
Por tanto, la imprenta, la apertura de ideas del renacimiento y la aparición del protestantismo, hicieron que se empezaran a escribir algunos libros en los idiomas romances por su parecido con el latín, para así poder llevar el conocimiento al pueblo, luego les tocó a los idiomas con Estado propio como era el euskera en la parte libre de su territorio y después al resto de culturas minorizadas, como era el caso del euskera en la parte ocupada de Nabarra.
No es baladí observar que los primeros libros escritos en euskera sean dentro del reino de Nabarra que sigue libre en Baja Navarra y el Beárn, es decir, en el Estado vasco o baskón que amparó el nacimiento de la literatura vasca. Un bajo navarro libre, el cura Bernard Etxepare escribió “Linguae vasconum primitiae”, primer libro escrito en euskera, que vio la luz en 1545 y que contó con la ayuda del rey de Nabarra Enrique II, “el sangüesino”. El primer libro impreso en ruso e irlandés datan de 1564 y en eslavo de 1587, por ejemplo.
“Los Albret (o Labrit), señalaron que el primogénito (Enrique II “el sangüesino”) sería criado en el idioma del reino de Navarra “en la lengua de aquel” ”, Peio Esarte, historiador nabarro.
En 1571, el también cura, el labortano de Beraskoitz Joanes Leizarraga, por mandato de la reina nabarra Juana III de Albert y el sínodo de Pau, tradujo el Nuevo Testamento al euskera, tomando para su traducción la versión griega de Erasmo de Rotterdam y publicándolo en la Rochelle; tampoco es baladí constatar que reina y cura eran protestantes (calvinistas hugonotes tras abjurar de la religión católica en 1559). La primera Biblia en alemán, por ejemplo, es del año 1522 traducida del griego por Lutero –usando como base también a Erasmo-, en realidad, como en el caso de Leizarraga, sólo tradujo el Nuevo Testamento.
Aunque reducido al campo religioso, la escuela de Sara (Lapurdi) supuso un movimiento literario importante dentro del siglo XVII. Los curas de Sara, Donibane Lohitzune (San Juan de Luz) y Ziburu, bajo el amparo que les daba el rey Enrique III el bearnés, rey de Nabarra y después también Francia (donde era llamando “el navarro”), se juntaban en un convento franciscano para criticarse mutuamente los trabajos que escribían antes de publicarlos, formando un círculo de autores que trabajó en estrecha colaboración. En torno a ella se agruparon hombres tan capaces como Harizmendi, Joannes Haramboure (Haramburu), Joannes Haraneder, Joannes Etxeberri de Ziburu, P. Argainaratz, Silvain Pouvreau, Hirigoiti, Klaberia, Guillentena Heguy y Votoire, todos dentro del reino nabarro, en el momento que está luchando por su independencia frente a Francia. Etienne Materre, franciscano, francés y euskaldun-berri, escribió “Doctrina Cristiana” en 1617, primer libro en prosa en euskera.
Pero la Escuela de Sara tuvo sus imitadores y el euskera llegó a otro tipo de libros. El protestante Jackes Belakoa (1586-1667) escribió el primer libro de gramática en euskera en Sahüta (Zuberoa), además de numerosos trabajos como diccionarios o enciclopedias, pero se perdieron en las represiones religiosas, lo mismo que los escritos de Beltrán Zalgise de Zuberoa, del que sólo se han salvado 196 versos en euskera por el mismo motivo seguramente.
Siguiendo en Zuberoa, el sacerdote Athanase de Belapeyre, teólogo y vicario mayor de la diócesis, ordenó a sus párrocos abrir escuelas que enseñaran en euskera. Este sacerdote escribió en euskera suletino o zuberotarra la doctrina cristiana “Catechima laburra” (Pau, 1696), ya invadido el reino nabarro en su totalidad en la parte continental, y fue miembro de la mencionada “Escuela de Sara”, primer intento de unificar el euskera y primer movimiento literario en euskera, el primer verdadero “Euskal Pizkundea”, que no tuvo continuidad por la invasión del ejército francés de Donapaleu (Saint Palais) y de Pau, donde se reunían las Cortes de Nabarra y los estados del Beárn respectivamente, por mandato del rey Luis XIII –el hijo de Enrique el bearnés y contraviniendo lo que dejó dispuesto su padre-.
Los idiomas no romances sin Estado, tomaron importancia en la literatura y en cualquier escrito en general como idiomas hablados por el pueblo -“el volks”- sobre todo a partir del siglo XIX con el romanticismo alemán, para entonces los euskaldunes teníamos la totalidad de nuestro Estado ocupado militarmente. Por tanto, la pérdida definitiva del reino de Nabarra provocó un parón de siglos en la publicación de libros en euskera, los cuales se pueden contar con los dedos de las manos frente al gran número y materias iniciales, lo que alejará al idioma nabarro del mundo literario y científico.
De todos modos, mientras mantuvimos y defendimos el derecho pirenaico plasmado en nuestras leyes forales o Fueros: “Las instituciones propias, mientras existían, le fueron favorables (al euskera) al menos por omisión”, así lo explicaba el ilustre filólogo Koldo Mitxelena en “Historia de la literatura vasca”.
-Alots Gezuraga-
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