El gran cambio vino con “La Revolución Francesa”, con la cual llegó al poder una nueva clase social: la burguesía; burguesía asentada en las ciudades y que basada su riqueza en el comercio, frente a otra en decadencia: los terratenientes y señores que vivían de sus tierras, pero además supuso un cambio en Francia como Estado, que pasó del despotismo, monárquico, totalitario y obsoleto, al totalitarismo de los Estado-nación, ejerciendo para ello una limpieza política de las naciones (y sus lenguas) y Estados ocupados en los siglos anteriores, comenzando hacia el exterior un nuevo ciclo de nacionalismo imperialista. La propia Revolución Francesa fue la que cortó brutalmente la continuidad de las incipientes escuelas en euskera, eliminó los Fueros -que habían ejercido de colchón frente al idioma francés- y pasó a perseguir todos los idiomas del Imperio que no fueran el francés con quemas masivas de publicaciones (los 90 libros escritos hasta entonces en euskera fueron quemados), además se convirtieron en habituales los castigos físicos y las multas, llegando incluso a dictaminar deportaciones masivas de población euskaldun con acusaciones tan graves como no hablar francés (4.000 vascos acabaron en las Landas durante el etnocidio, sobre 1.600 murieron). El juez de Ezpeleta, por ejemplo, fue guillotinado por mandar una carta a un amigo suyo exiliado, la carta no decía nada en especial, el delito punible con la pena máxima era que estaba escrita en euskera, convertido un idioma en enemigo de la patria francesa, todo ello tras los informes de Grégorie y Barére.