El viajero observador que cruce la Llanada por la N-1 podrá ver en el tramo que discurre, más o menos, entre la antigua venta del Patio y la de Etxabarri, unas ruinas en lo alto de un otero. Para la mayoría aquello no será más que un montón de piedras en lo alto de un peñasco, pero en realidad se trata de lo que queda de lo que fue el orgulloso castillo de los Gebara.

Gebarako Gaztelua, 1839. urtean (Argazkia: Zumalakarregi Museoa)
Hasta principios del siglo XIX, la vía de comunicación principal de la Llanada, al margen de la calzada romana que discurría más hacia el sur, por Alegría-Dulantzi, era el llamado Camino Real de las Postas al Reino de Francia, que en esta zona de Barrundia discurría paralelo al curso del río Zadorra. Este camino dejaba a un lado Gebara, vigilada por las torres hoy desmochadas de su castillo, y su palacio, de cuyos dueños, marqueses de Gebara, señores de Ganboa y condes de Oñate, descendientes de los tenentes del rey de Navarra, se decía que “antes condes en Gebara que no reyes en Castilla”.
Por el Camino de las Postas pasó en 1679 la escritora francesa Marie Catherine Le Jumel de Barneville, condesa d’Aulnoy, quien dejó escrito un libro de sus viajes. Cuenta la condesa que los naturales del País creían que en el castillo, que entonces estaba deshabitado pero, suponemos, en relativo buen estado, habitaba un duende, por lo que nadie osaba acercarse por allí, mucho menos de noche. La condesa, superando sus temores, se aventuró a adentrarse entre aquellos muros. Relata que en sus estancias no había muebles, pero que en una de sus salas se podían ver unos tapices que representaba los amores entre el rey de Castilla Pedro el Cruel y María de Padilla.
Un poco antes, en 1672, había pasado por Gebara Albert Jouvin de Rochefort, quien era cartógrafo y oficial del rey Luis XIV de Francia. Abundando en la historia del duende, Jouvin nos dice que “yendo a Heredia y después a Audikana, se ve el pueblo y el castillo de Gebara, flanqueado de torrecillas donde se alza una gran torre cuadrada en el medio, que dicen estar habitada por un duende maligno, que es la causa de que allí no resida nadie, aunque pertenece a uno de los más acaudalados de España”.
Los Gebara
Gebara, a orillas del río Zadorra, es una de las poblaciones más antiguas del país. En efecto, junto al casco de lo que fue villa condal, en el cerro de Santa Lucía, los arqueólogos hallaron restos de un antiguo poblamiento de la Edad del Hierro. Un poco más arriba se encuentran las ruinas del castillo. Aunque su primera construcción podría datarse en el siglo X, sabemos que fue reconstruido en el siglo XV, a imitación, según se dice, del de Sant Angelo de Roma. Fue abandonado poco después, tras la guerra de bandos, en la cual los Gebara encabezaron como parientes mayores el poderoso bando gamboíno. En 1481 los Reyes Católicos concedieron a Iñigo Bélez de Gebara el título de conde de Oñate. Sus descendientes fueron importantes personajes en la corte española.
Los Gebara fueron tenentes de los reyes de Navarra hasta la conquista castellana en 1200. Suele decirse que después continuaron siendo leales a Navarra, hasta tal punto de que en la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, sus vasallos se pusieron a las órdenes de Sancho VII el Fuerte de Navarra, no sabemos si con el consentimiento o el desagrado de su señor, Iohan Bélez de Gebara. Lo cierto es que en el blasón de su antigua torre vitoriana, hoy en el convento de la Inmaculada, figura el escudo de Navarra.
Durante la primera sublevación carlista, Gebara fue un bastión de los rebeldes, acantonados en su castillo. El general liberal Córdoba tomó el castillo en 1835, pero más tarde fue recuperado por los carlistas. En represalia por la ayuda de los naturales del país a los sublevados, el ejército gubernamental, a las órdenes del general Zurbano, incendió el pueblo el 19 de septiembre de 1838. Al terminar la guerra, al año siguiente, procedió a volar con barriles de pólvora el castillo. A los pies del castillo se encuentra el palacio edificado a finales del siglo XIII. Hoy en ruinas, se trataba de una construcción magnífica, con cuatro torreones, uno de ellos actualmente reconstruido.
Todavía se cuenta en Gebara que existen pasadizos que conectan el castillo con sus alrededores, más concretamente con el palacio situado a sus pies, pero esto probablemente no sea más que la explicación que se daba a los soldados del gobierno de Madrid, cuando estos preguntaban cómo era posible que a los ocupantes del castillo no les faltasen víveres y suministros, a pesar de que no salían de sus fortificaciones. A propósito de estos pasadizos, en Gebara se afirma que en uno de ellos se encuentra un buen montón de monedas de oro envueltas en una piel de toro, tesoro que por el momento sigue en paradero desconocido.
Durante la segunda sublevación carlista, entre 1872 y 1876, hubo un intento de reconstruir el castillo, por parte de los carlistas, para lo cual llevaron allí piedras de las murallas de Salvatierra.
El señorío de los condes de Oñate comprendía, además de Gebara y este territorio guipuzcoano, los términos de Etura, Elgea y Urizar. En 1835, al desaparecer los señoríos, todo este conglomerado formó un municipio dentro de la provincia de Álava, pero en 1845 los territorios del condado de Oñate se repartieron entre las provincias de Gipuzkoa y Álava, territorio este último donde formaron el municipio de Gebara. En 1885 se unieron los municipios de Barrundia y Gebara, estableciéndose la capitalidad de la entidad resultante.
Una vez en Gebara, resulta un agradable paseo la ascensión al castillo, desde donde dispondremos de unas excelentes vistas sobre el valle del Zadorra y los de Barrundia y Ganboa, éste último anegado por el pantano, que nos hacen comprender el carácter estratégico de este enclave.
-Fernando Sánchez Aranaz-
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