No es la primera vez que lo defiendo: las banderas pueden parecer a un buen número de personas nada más que un miserable trapo que lo mismo sirve para agitar unas kokotxas en la cazuela que para limpiar de migas la mesa de la cocina o que para limpiar el morro de nuestro txiki cuando le damos la papilla. Sin embargo, para otros, las banderas están cargadas de un simbolismo y de un sentimiento que trascienden la tela, la pintura, los símbolos… que ésta alberga. Nunca he sido partidario de ultrajar banderas, sea quemándolas o escupiendo en ellas. Creo que el respeto a una bandera va implícito en lo que me gusta denominar el “fair play” de la política. Y quien dice “política” dice cultura, dimensión siempre vinculada a la política, por mucho que algunos se empeñen en afirmar lo contrario.

Bandera de Vitoria-Gasteiz (Fuente: Enciclográfica)