Esa es la historia. A partir de ahí Íñigo de Loiola orienta su vida de una forma radicalmente distinta. Estudia en Alcalá y Salamanca, siendo perseguido por la inquisición, que le acusa de alumbrado, por lo que recala finalmente en París. Con otros compañeros de diversas naciones funda la Compañía de Jesús que, por cierto, mantiene un voto especial de obediencia al Papa. Casualmente igual que los Templarios, tan admirados por algunos.

Imagen del sello ignaciano (Iturria: lloiola.wordpress.com)
Al igual que aquellos monjes-caballeros, la Compañía es perseguida por los poderosos. En el siglo XVIII, fue expulsada por los Borbón de sus territorios, España, Francia, Parma y Nápoles, así como del reino de Portugal, donde varios jesuitas fueron encarcelados y alguno ejecutado. Estos estados forzarían al Papa Clemente XIV a disolver la Compañía en 1773. Posteriormente la Compañía sufriría otras expulsiones, como en 1932, cuando fue expulsada de España por el gobierno de la II República.
El concilio de Trento produjo la llamada “contrarreforma”, llamada así en contraposición a la reforma protestante, tan admirada por algunos ateos. Reforma que, en ciertos casos, llevó a situaciones como la de la ciudad “libre” de Ginebra, regida tiránicamente por el francés Calvino. Vistas con un prudente distanciamiento, aquellas reformas de Trento supusieron un factor modernizador, el problema, como le suele ocurrir a la Iglesia Católica, sería su perduración en el tiempo, cuando el mundo había seguido evolucionando.

Imagen de Calvino (Iturria: http://www.antroposmoderno.com)
Hablando de calvinistas y hugonotes, algunos de estos sectores enfrentados a Ignacio de Loiola y a la Compañía de Jesús, tienen por costumbre insistir en la falsedad de que Ravaillac, el asesino de Enrique III de Navarra y IV de Francia, era jesuita. Lo cierto es que Ravaillac era un integrista católico asocial que había intentado ingresar en varias órdenes religiosas, entre ellas la Compañía de Jesús, donde no fue admitido.
Con respecto a Enrique de Borbón, III de Navarra, IV de Francia, es curioso como sus panegiristas olvidan que traicionó a sus queridos hugonotes para abrazar el catolicismo, por aquello de que París bien valía una misa.
Suele afirmarse, en los sectores citados, de manera bastante inane, a mi juicio, que la Compañía de Jesús, mediante su participación en el concilio de Trento, “acabó con el Renacimiento”. No sé si se pretende que el renacimiento hubiese durado eternamente, pero lo que hay que admitir es que la Compañía de Jesús, al igual que Shakespeare o Cervantes, eran ya de otra época, al igual que el protestantismo o aquella Corte de Navarra que inspiró a Shakespeare.
En definitiva, me temo que todo el problema pueda residir en que a algunos les gustaría que la historia hubiera sido de otra manera de la que fue. A mí también, pero como historiador no tengo más remedio que remitirme a los hechos.

San Ignacio de Loyola (Iturria: http://www.cpalsj.org)
Para acabar me remito a las palabras de Jesús Etayo, compañero de Arturo Campión en la asociación Euskara de Navarra, quien en 1921, con motivo de la conmemoración del cuarto aniversario de la herida de Íñigo de Loiola, escribe: “Al tratar de conmemorar ese suceso, origen material de la santificación del caballero guipuzcoano que después fundara la Compañía de Jesús, hay quienes, a fuer de buenos navarros, se asocian tibiamente al homenaje que se rinde estos días a su memoria y hay otros, ganosos de aprovechar toda ocasión, oportune et importune, para exteriorizar su mal entendido españolismo, que con, pretexto de honrar al santo, quieren honrar también la causa que defendía. Bueno será, pues, precisar bien la cuestión, a fin de que todos los buenos navarros se asocien cordialmente al homenaje de Ignacio de Loyola, y también para que los otros no pretendan sacar partido de ese homenaje al fundador de la Compañía de Jesús para sus campañas antinavarras”.
Los navarros hemos sido capaces, en los últimos años, de dar la vuelta a toda la versión pactista de nuestra historia, poniendo en claro que lo que ha habido ha sido una conquista continuada que aún perdura. Creo que seremos capaces de estudiar también la historia de las relaciones entre los vasconavarros, en ese contexto de conquista e imposición, en el que, entre otros muchos, vivió Íñigo de Loiola.
Estoy convencido de que seremos lo suficientemente inteligentes para no dar alas a los que, como decía Jesús Etayo, pretenden sacar partido para sus campañas antinavarras.
– Fernando S. Aranaz –
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