Esa es la historia. A partir de ahí Íñigo de Loiola orienta su vida de una forma radicalmente distinta. Estudia en Alcalá y Salamanca, siendo perseguido por la inquisición, que le acusa de alumbrado, por lo que recala finalmente en París. Con otros compañeros de diversas naciones funda la Compañía de Jesús que, por cierto, mantiene un voto especial de obediencia al Papa. Casualmente igual que los Templarios, tan admirados por algunos.

Imagen del sello ignaciano (Iturria: lloiola.wordpress.com)
Al igual que aquellos monjes-caballeros, la Compañía es perseguida por los poderosos. En el siglo XVIII, fue expulsada por los Borbón de sus territorios, España, Francia, Parma y Nápoles, así como del reino de Portugal, donde varios jesuitas fueron encarcelados y alguno ejecutado. Estos estados forzarían al Papa Clemente XIV a disolver la Compañía en 1773. Posteriormente la Compañía sufriría otras expulsiones, como en 1932, cuando fue expulsada de España por el gobierno de la II República.