Un documento del monasterio navarro-riojano de San Millán de la Cogolla nos muestra como era Álava hace mil años
El territorio histórico de Araba ha experimentado múltiples cambios a lo largo de la historia. Si nos atenemos a los documentos más antiguos, los de época romana, en lo que hoy es Álava habitaban varios pueblos, emparentados entre sí -vascones, bárdulos, caristios, berones y autrigones‑ y que se extendían también por los territorios vecinos.
Fue precisamente Roma quien dio una cierta unidad a esa variedad de pueblos que en el futuro serán conocidos como vascones. De esa manera nos encontraremos, a partir del siglo II d.C., con un poblamiento establecido a lo largo de una importante vía de comunicación, la calzada Iter XXXIV ab Asturicam Burdigala, que entraba en lo que hoy es Araba por Egino, procedente de la Iruña de Pamplona, para seguir el valle del río Zadorra.
La calzada pasaba por Mansio Alba (Albeniz), Tullonium (Dulantzi), Suestatio (Arkaia), la Iruña de Beleia y Deobriga, junto a Miranda de Ebro, para dirigirse luego hacia Viroveska (Briviesca), la ciudad principal de la Autrigonia.

Albeniz, con cumbres de la zona de Aratz al fondo (Irudia: azterlariak.org)
La influencia de esta calzada va, como es lógico, más allá del primigenio territorio alavés, constituyendo un elemento civilizador que está en el germen de la unificación de todos aquellos pueblos de común estirpe, entre los ríos Garona y Ebro, teniendo como eje la cordillera pirenaica, en el ducado de Vasconia, a partir del siglo VI (especialmente tras la expulsión de los visigodos de la Novempopulania, actual Gascuña, tras la batalla de Vouillé, en 507).
La frontera sur del Ducado de Vasconia, en permanente enfrentamiento con la Hispania visigoda, viene delimitada por el hallazgo de vestigios arqueológicos, principalmente necrópolis de guerreros, que trazan una línea que pasa por Buzaga, al sur de Pamplona, y luego por San Pelayo en Alegría-Dulantzi, Aldaieta, junto a Nanclares de Ganboa, y Finaga en Basauri (Bizkaia). Al sur de esta línea se encontraría una tierra de nadie montañosa, donde se encuentran eremitorios rupestres, como el de Laño en Treviño, a los que nos referiremos luego.
Esta frontera se mantuvo a partir del año 711, tras la desaparición del poder visigodo y la islamización de Hispania. De esa época proviene la primera mención a Álava en las crónicas hispanomusulmanas. Para ellos era Al-laua. Siendo Laua la Llanada, que hoy llamamos Lautada. Laua en euskara significa precisamente llanura o planicie. El país al que pertenecía Al-laua, según esas mismas crónicas, era la Galia Comata, que era como llamaban a esa zona fronteriza del Ducado de Vasconia que desde 769 había sido conquistado por el rey franco Carlomagno.

Ducado de Wasconia en tiempos de Odón el Grande, circa 710-740 (Irudia: es.wikipedia.org)
Los navarros
Este hecho da lugar a la aparición en la historia de unos nuevos protagonistas, los nauarri, citados en las crónicas francas como los vascones rebeldes al dominio franco. El cronista Einkhart nos dice en la biografía de Carlomagno, escrita entre 829 y 836, “Ipse per bella memorata primo Aquitaniam et Wasconiam totumque Pyrinei montis iugum et usque ad Hiberum amnem, qui apud Nauarros ortus”, es decir, “Él mismo [Carlomagno] en memorable guerra sometió primero a Aquitania y a Vasconia y todos los montes Pirineos y hasta el río Ebro, que nace junto a [las tierras de] los Navarros”.
Pura propaganda política, porque Carlomagno había visto frustrados sus deseos de dominio hasta el Ebro en 778, siendo derrotado en Roncesvalles, precisamente por los navarros, cuando se retiraba hacia Francia. Y fue también allí, en Orreaga, donde su hijo Ludovico Pío fue vencido el año 824, tras lo cual fue instaurado el Reino de Pamplona, en la persona de Eneko Xemeniz, llamado “Aritza”.
La Araba de entonces, que comprendía la Llanada y poco más, se inscribe en el territorio pamplonés, presionado por el emirato de Córdoba por el sur y por el reino astur-leonés, sucesor del de los visigodos, por el oeste. La crónica de Alfonso III de León, que nos remite a los hechos del reinado de Alfonso I (739-757), nos informa de que “Álava, Bizkaia, Alaon [probablemente Ayala] y Orduña, ocurre que están poseídas por los suyos, del mismo modo que Pamplona, Deio y la Berrueza”.

Imagen caricaturizada del jesuita José Moret Mendi (Irudia: exprai.eus)
Una tradición recogida por el Padre José Moret Mendi, miembro de la Compañía de Jesús y cronista oficial del Reino de Navarra entre 1654 y 1687, nos dice que el rey Eneko Arista habría donado, en 839, a su alférez mayor, Eneko de Lane o de Lalanne, “un valle y monte por nombre Larrea, que dice está a la entrada de Álava, desde el río hasta la montaña alta de Guipúzcoa llamada Arbamendi y una torre que el Rey había edificado”.
De esta manera llegamos al reinado de Sancho III el Mayor, entre 1004 y 1035, durante el que todo el territorio de lo que hoy es Álava forma parte de Navarra. De esa época, año 1025, data el documento conocido como “Ferro de Álava” o “Reja de San Millán”, en el que se relacionan los tributos que en forma de rejas de hierro pagaban los pueblos de Álava al monasterio navarro-riojano de San Millán de la Cogolla.
– Fernando Sánchez Aranaz-
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