El Laudo
El Laudo que, por naturaleza, era de obligado cumplimiento, no satisfizo a ninguna de las dos partes, pero sirvió para acordar un tratado posterior, en abril de 1179, en el que puede leerse, “Yo mismo, Alfonso, rey de Castilla, dejo a vos Sancho, rey de Navarra y a vuestros sucesores, Álava a perpetuidad para vuestro Reino, a saber, desde Itziar y desde Durango, dentro de las actuales [fronteras], exceptuando el castillo de Malvecín ,que pertenece al rey de Castilla; y también Zuvarrutia (Zuia) y Badaia, tal cual el agua cae hacia Navarra, excepto Morillas, que pertenece al rey de Castilla; y también a partir de ahí hasta Oka y desde Oka según divide el Zadorra hasta que desemboca en el Ebro”. El original está en latín.
A pesar de todo ello, nos cuenta José María Lacarra, en la primavera de 1199 Alfonso VIII, rompiendo el pacto, remontó el valle del Zadorra y puso sitio a Vitoria. Mientras la villa resistía el cerco, los castellanos sometían otras poblaciones de Álava y Gipuzkoa. El rey de Navarra, entonces Sancho VII el Fuerte, se trasladó a al-Andalus para pedir ayuda al sultán al-Nasir. Nueve meses después, en enero de 1200, los vitorianos no podían más y, con la mediación del arzobispo de Pamplona, llegaron a una tregua para poder entrevistarse con el rey Sancho VII, quien, ante la imposibilidad de socorrerles, les dio permiso para capitular.
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