Una vez más, ha estallado la polémica en torno al concepto que unos y otros tienen de Navarra; y en torno al modo en que la noción de Euskal Herria ha de interactuar respecto a la noción de Navarra. Han pasado ya casi cuarenta años desde la muerte del dictador Francisco Franco. Si bien no puede considerarse que el statu quo español constituya un sistema de profundo calado democrático, sí podemos convenir en que este largo recorrido temporal nos ha permitido profundizar en nuestra identidad como País que en el pasado se dotó de instituciones propias que dieron lugar a un Estado. Primero llamado Reino de Pamplona y después Reino de Navarra. Algunos incluso se atreven a ver en el Ducado de Wasconia un antecedente irrenunciable del Estado que un buen número de navarros reivindica hoy. Dicho de otro modo: contamos, a diciembre de 2014, de más información que nunca sobre lo que fuimos y, a mi entender, ello debería tener una rotunda repercusión en el actuar no sólo de nuestros próceres, sino también de nuestros compatriotas y conciudadanos en general. Pero no: volvemos con la matraka de siempre.
Soy el primero que defiende que este foro de Martin Ttipia Kultur Elkartea ha de destinarse a la reflexión socio-cultural y no tanto a la política, dimensión para la que ya existen otros foros adecuados. Sin embargo, la estrecha vinculación entre lo socio-cultural y lo político me lleva a reflexionar y posicionarme en torno a la controversia por la iniciativa del Partido Socialista de Navarra contra el escudo de Euskal Herria de la Plaza de Gernika de Rosario, Argentina; pero también sobre la agria polémica que ha suscitado la colocación de carteles turísticos alusivos a Euskal Herria, con la consiguiente inclusión del escudo de Navarra y alusiones claras a lugares de interés en la Comunidad Foral. Una iniciativa de Udalbiltza y de la Diputación Foral de Gipuzkoa que está provocando, al igual que la otra controversia, un aluvión de críticas en las redes sociales y los medios digitales. Ambos hechos, a mi juicio, revelan que, décadas después, seguimos sin aprender la lección; seguimos haciendo el caldo gordo a la desinformación y la manipulación histórica de la que hemos sido y somos víctimas; y seguimos exasperando al navarrrismo más exacerbado con aquellos argumentos que más contribuyen a que sigan encastillados en su furibundo anti-vasquismo.